miércoles, 29 de septiembre de 2010

Seis meses

Seis meses ya. Es más, seis meses y once días hace que llegaba a este país, y aquí sigo. De hecho, incluso sigo vivo, por si alguien tenía dudas.

Demasiado trabajo como para ponerme a escribir o, mejor dicho, tener inspiración para escribir todo lo que quisiera. Porque tengo historias para dar y tomar. Aquí cada cosa es una aventura, y evidentemente uno tiene que espabilarse e integrarse, o hacer trámites y demás como cualquier laosiano. Tengo que contar cómo se hace en el banco, lo que es ir a la peluquería, cómo matricular la moto (por fin, ya estoy matriculado, ya soy legal), qué pasa cuando te para la Policía por la carretera, qué hay a 130km al Sur de Luang Prabang, cómo es una fiesta típica laosiana... Qué se yo, mil cosas que a uno le pasan a diario. Pero es que no me da la cabeza para mucho más que para hacer y procesar fotos en cuanto tengo un tiempo libre, o escribir alguna cosa en un par de foros.

En definitiva y como he dicho, estoy vivo. Y para muestra, un botón. O tres....

Robado


En el mercado de Phou Khoun


Arrozales con cabaña típica

domingo, 15 de agosto de 2010

4 meses de crecidas...

Cuando me dijeron que en Laos llueve mucho en Agosto, me imaginaba mucha lluvia y tormentas tropicales. Vamos, que no andaba yo muy fino ni muy original, que digamos. Estamos a mediados de agosto, sigue diluviando cada dos por tres, y el Mekong sigue creciendo. No da miedo, da respeto. Bueno, un poco de miedo sí da cuando hay que cruzarlo a bordo de una barca de esas de ancho individual, en las que llevas el culo por debajo del nivel del río... Pero son gajes del oficio, y si toca ir a ver nuestro barco, y éste se encuentra al otro lado del río, toca subirse en esa especie de piragua motorizada y estarse quieto los cinco o diez minutos que dura la travesía.

La técnica es sencilla: como el agua baja tan fuerte, hay que salir desde un punto situado más arriba en el río que nuestro destino. ¿Porque así logras gastar poco ya que vas con la corriente? En absoluto, la proa siempre mirando a contracorriente, y la canoa en un perfecto "drift" acuático, mientras observas con horror como, pese a ir apuntando hacia arriba, el árbol que te sirve de referencia se va alejando más y más... por delante. Sí, vas marcha atrás.

Para regresar la técnica consiste en subir el río muy pegado a la orilla, hasta el punto de esquivar en el último momento las copas de lo que antes eran unos árboles más que curiosos, para luego dejarse caer río abajo, siempre con la proa mirando a contracorriente. La realidad fue que arrancamos, subimos, y cuando nos disponíamos a separarnos de la (relativa) seguridad de la orilla... la barca se quedó sin gasolina. El (iba a llamarle marino, pero siendo de río no sé si es riíno, riverino....) hombre de la barca logró dar media vuelta, y regresar al puerto, que no era más que una orilla un poco despejada de matojos, en donde pidió un poco de gasolina a otro compañero. La gasolina se la dio en un viejo vaso de plástico. Y con esa gasolina iniciamos la travesía de vuelta. Repito, la gasolina se la dio en un viejo vas de plástico...

Y todo esto para poner al final una foto comparativa del Mekong en 4 meses. Ojo, que es un río de varios cientos de metros de ancho.

¡Que me mojo!

Al final llegamos sin problemas. Por cierto, click en la foto para verla en grande, claro.

lunes, 2 de agosto de 2010

Un elefante verde minúsculo y sin patas

Me acerco al restaurante y oigo un grito aterrador que parece venir de la cocina. Un grito femenino, que como bien desconocen, es común en todo el mundo a las mujeres asustadas. Vamos, como el nombre de Carod Rovira, que es el mismo "en la China Popular y en la otra".

Rápidamente entro en la cocina a ver qué pasa, pero las risas que acompañaban al berrido, proferido por una cocinera local, me hacían suponer que no era nada grave. Dentro, arremolinados sobre la zona de lavaplatos, me encuentro con el equipo de cocina, el de limpieza y algún camarero mirando fíjamente al animal. En realidad no sé quién miraba más fijamente, si el animal o ellos.

Y como no podía ser de otra forma, lo rescaté con un folio y me lo llevé para hacerle unas fotos antes de ajusticiarlo. Y es que un elefante verde minúsculo y sin patas, mirándote con cara asustada, no es algo que se vea todos los días.

Hola, buenos días, ¿qué tal?

Nunca me había encontrado frente a un animal con esos ojos y esa nariz. Vale, no es un llimaz fucsia, pero bien podría ser su primo laosiano. El bicho en cuestión se había ventilado, en cuestión de minutos y pese a ese aspecto tan educado, media hoja de las llamadas "oreja de elefante", con una superficie de casi un metro cuadrado. El cabrón fue a elegir la hoja principal y al final hubo que cambiar la planta completa.

Pero claro, uno lo mira, quiere reñirle por haberse comido la hoja, lo vuelve a mirar... ¿y cómo vas a reñir a un animalillo que te pone esos ojos?


Al final ha sido indultado y liberado frente a mi casa, para que haga de cortacesped o sirva de alimento para el gecko, que será lo que finalmente acabará sucediendo.

jueves, 22 de julio de 2010

La Turbo-Becaria

Llegó con dos días de retraso, por lo visto le afectó el cambio de hora, el cambio de clima, el viaje, o a saber qué. En principio se iba a quedar un mes, viviendo en la ciudad y viniendo a trabajar en un puesto indeterminado. La cosa, como ven, no parecía pintar muy bien. ¿Qué hacía una chica de madre francesa y padre laosiano viniendo desde París para un mes de trabajo en un sector no relacionado directamente con su formación? Desconozco los motivos que llevaron a la firma del acuerdo de prácticas, por cierto.

Como en todos los hoteles, cubrimos tareas a base de becarios o "gente de prácticas". En un destino remoto, es la posibilidad de contar con europeos / occidentales a bajo coste, cosa siempre necesaria. La última (mi vecina austriaca, por cierto) ha terminado sus seis meses aquí, junto con otros seis meses que estuvo en Bali. Eso le ha servido para obtener un muy buen puesto en otro establecimiento de la compañía, y con sólo 20 años. Espectacular, a la par que bastante insoportable en ocasiones. La turbo-becaria estaba claro que nunca sería así, pero tampoco nos esperábamos que pasase lo que pasó.

Y lo que pasó fue que a las 3 de la tarde apareció por el hall del hotel una chica totalmente fuera de lugar: pantalones anchísimos y arrastrando, grandes zapatillas deportivas sucias, camiseta muy ajustada y escotada, tatuaje en una mano, brazalete "tribal" en el brazo, varios piercings en una oreja, piercing en la lengua, trenza de colores saliendo de un pelo no precisamente limpio, gafas "intelectuales" y cara de despiste. No, lo siento mucho, pero no. De la misma forma que un señor vestido de torero está fuera de lugar comprando salva-slips en el Carrefour, esta chica pegaba tanto en nuestro establecimiento como un Seat Ibiza del 93 en el garaje londinense de un dictador africano.

Se presentó, se llamaba Alice. Me la pasaron inmediatamente... intenté cortarle un poco el rollo a base de hablar en francés con ella para luego pasar al inglés, idioma oficial de la empresa, y como no tenía yo mucho que hacer, nos fuimos a ver las instalaciones, para que se familiarizase. La primera vino al momento y me dio en toda la frente: "¿puedo fumar?" Bueno, al menos la chica pregunta, pensé... No, evidentemente no, así no se podía continuar, tras la espectacular entrada en el hotel.

Seguimos el paseo, y tras confesarme su odio a las lagartijas (de las que está el hotel lleno, claro, incluyendo geckos de 40cm de largo) pese a haber sido propietaria de una pitón, me soltó la segunda: "¿Puedo usar la piscina?". A ver, la chica sería todo lo perrofláutica que quisiésemos, pero tampoco tenía mal tipo... Pero vamos, que no. Que no y que no. De vuelta al hall, no habiendo tareas que otorgarle por la novedad de todo ello y el estado de shock en el que se encontraban los empleados, la envié a su habitación a aclimatarse, citándonos para el día siguiente a las 8 y media de la mañana.

Y sucedió el que es, hasta la fecha, uno de los mejores estrenos laborales jamás vistos. De ocho y media a nueve recibió la charla de mi Gran Jefe. A partir de las nueve, quedó en manos de nuestro Jefe de Recepción para que le enseñase la compañía y demás procedimientos básicos, mientras nosotros celebrábamos la reunión diaria. A las nueve y cuarto fue avistada durmiendo apoyada en la mesa de la recepción. A las once se sintió mal, apareció por mi despacho con mala cara y fue enviada a su habitación. Se cuenta que la víspera había sido vista en la "discoteca" local, la famosa Dao Fa, y la fuente que informó suele ser bastante fiable en todo lo que se refiere a vida nocturna.

Continuamos para bingo. Al día siguiente se reincorporó a sus tareas tarde, no a la hora prevista. Ese día yo no trabajaba, por lo que no tengo datos exactos del desarrollo de los hechos. Sí puedo decir que, cuando bajé a comer, la chica ya no formaba parte de la plantilla del hotel. Al día siguiente un coche vino a buscarla para llevarla al aeropuerto, de camino a Vientiane, y de allí a París. Se dice que nuevamente fue vista la víspera en la Dao Fa, como no podía ser de otra forma. Perdón, me explico: la víspera de su despido, y la víspera de su regreso a casa. Pleno al quince.

Yo he tenido becarias (curiosamente no becarios) mediocres e incluso malos. Aún recuerdo a la chica holandesa aquella que sólo sabía decir en francés (traducido) algo como "¿poder echar piti?" para pedir ir a fumar, pero lo de la Turbo-Becaria ha sido antológico, y por eso se lo cuento.

En otro orden de cosas, por dar alguna noticia, la cosa está calmada en cuanto a actividad, llueve bastante, hace menos calor, mi moto ha cumplido 500 kilómetros, el Mekong baja muchísimo más lleno y rápido que antes, y hace tres días se cumplieron cuatro meses de mi llegada a Laos. Y como una entrada sin foto queda un poco coja, les dejo la foto de dos nuevas empleadas del hotel, expertas en espantar serpientes y en vociferar cada mañana. Todavía no tienen nombre.


sábado, 26 de junio de 2010

El teléfono chino

Me he comprado este artefacto chino de marca desconocida. Sí, pone Kenan-Flagler, pero eso es una escuela de negocios americana, como deja claro el propio teléfono por detrás donde dice Business School, UNC Chapel Hill. También tiene el símbolo de Bang and Olufsen, sin que ello quiera decir que sea de la casa danesa, ni mucho menos.

Sí, hay bordes tallados. Todo ello es de metal, pesa dos toneladas y se nota sólido. La carcasa trasera es el doble de gruesa que la de mi viejo Motorola L6. Y sí, también va tallada.

El aparato en cuestión tiene dos tarjetas sim, con lo que puedo tener mi teléfono laosiano y mi teléfono español en el mismo terminal. Tiene bluetooth, pantalla táctil, dos cámaras, hace video, hace fotos, y pone que tiene un flash de xenon que todavía no he encontrado. Se puede poner en inglés, en malayo, en indonesio, en vietnamita, en tailandés y en ruso. Yo lo tengo en ruso, claro está, es el idioma que mejor le viene. Descubro ahora con horror que no se puede poner en chino, que sería también muy apropiado. El aspecto no puede ser más lujoso-atrasado.

Los menús son oscuros, la pantalla está llena de gráficos minúsculos, y sólo le fallan los iconos del menú principal, demasiado modernos y con aspecto de juguete. El aspecto general es el de una página web de 1998, por ejemplo.

En la foto no se aprecian muy bien los colores ni las cosas, pero sí, hay un reloj como aquel que tenía Televisión Española en la emisión de las madrugadas de los años 80. Y ojo a la agenda telefónica y a su micro-teclado, a utilizar con un puntero cual PDA trasnochada.

Pero lo más de lo más es el altavoz, que suena a un volumen desproporcionado... que no he podido todavía bajar, por cierto. Y el ecualizador de barras rojas y naranjas, evidentemente, la cosa mejor del mundo.





Y de tono de llamada, una conocida canción francesa de los años 60, típica de Saint Tropez, en versión música de ascensor. Lo más de lo más, vamos.

sábado, 5 de junio de 2010

Mascotas...

Soy alérgico a los gatos, no puedo con ellos. No es que los deteste, pero entre los estornudos y esa certeza de superioridad que tienen, sin olvidar lo voluble de su carácter, me agobio. También soy alérgico a los perros, aunque más o menos los tolero, y los caballos me dan miedo, sin más, por tener esas patas tan larguísimas y ese rollo tan sofisticado, mezcla de animal tan salvaje y potente como pijo y delicado. Sí, me recuerdan a sus amos habituales, tan campestres que van a montar al picadero en su BMW impecable con el pelo lleno de gomina y la camisa de marca ad-hoc. Sin en cambio, como decía uno de mi clase, los burros me gustan, son mucho mas simpáticos. Pero salvo que se viva en una barriada sevillana, es harto complejo tener uno en un piso. Los pájaros me aburren, y otras mascotas las veo un poco fuera de lugar en Europa.

Las mascotas laosianas son otra cosa. Evidentemente hay quien tiene perros y gatos, pero éstos suelen vivir en estado de semi-libertad (como los niños pero sin comida fija). Yo he optado por un abanico mascotil mucho más elaborado, autóctono, eco-friendly si me lo permiten, y excitante. A día de hoy, cuento con los siguientes animales como habituales de mi vivienda: araña gigante, escorpión negro tamaño bogavante, serpiente de metro y algo de largo, geckos de diversos tipos y un simpático insecto llorón.

Es mucho más grande de lo que parece....

La primera visita sucedió en una noche calurosa, o lo que es lo mismo, una noche como todas las demás. Estaba yo tumbado en mi cama echando curiosamente un solitario-spider en el ordenador cuando noté una presencia, un ente que me observaba, una compañía, un algo. Dado que no había invitado a ninguna fémina a mi dormitorio, y ante la certeza de que, efectivamente y por desgracia, no había mujeres laosianas conmigo, me puse en alerta y escudriñé techos y paredes. Y allí estaba ella, grande y marrón, aunque no peluda. Dudé mucho de la simpatía del bicho, ya que pese a mis intentos el animal no entablaba conversación, y ante la idea de despertarme de noche con algo sobre la cara, opté por llamar a Recepción a que me mandasen a alguien. Y ese alguien vino, la vio, intentó cazarla, se le escapó, y se fue. “¡Hoyga!”

Se fue para volver más tarde dispuesto a dar caza al animal, ante mis gritos y saltos que eran acompañados por los coros y danzas de mi vecina austriaca. Cuando yo ya estaba dispuesto a terminar con la vida de mi visitante (del arácnido, no del humano) con un martillo, a la vez que pronunciaba extrañas frases en inglés al más puro estilo Jeremy Clarkson, el hombre extendió su mano y agarró al bicho, para desparecer por el pasillo sin decir nada, imagino que con intención de comérselo. Sí, se la llevo con la mano y viva. Dado que no he tenido confirmación del deceso arañil, por el momento mantengo en pie la posibilidad de recibir de nuevo la visita.

Escorpión, por si no se dieron cuenta

Yo me fui de Asturias con el estomago lleno de bogavante. Durante un año fue lo que comí casi cada fin de semana, y antes de expatriarme hubo excursión a Burela, en Galicia, a comer arroces caldosos a precios de risa (quizá hable de eso en el otro blog, si me acuerdo de algo). Quién me iba a decir que, en un país sin mar, iba a encontrarme con el primo terrestre del bogavante astur. Negro y enorme, así nos lo encontramos en las escaleras de entrada la vecina austriaca y yo, y como pueden ver en la siguiente foto, así nos respondió a, nuevamente, nuestros gritos y algarabías diversas.


El chófer esperó pacientemente mientras yo intentaba hacer fotos de la bestia, cosa que más o menos conseguí. No teniendo noticias del fallecimiento animal, doy por hecho que el ser sigue rondando el edificio, y seguramente no ande solo. ¿Lograré atemorizarlo poniendo a todo trapo el "I want to know what love is" de los Scorpions o se sentirá mas atraído? ¿Dejarán de hablarme los laosianos por hortera al poner semejante canción? ¿Procederé a dejarme el pelo largo cual jevi trasnochado a ver si el animal se hace amigo mío? O mucho más importante, ¿estos animales pican?

Gecko

Que por toda la zona hay millones de lagartijas asiáticas sonoras, que es lo que viene a ser un gecko, es algo conocido (al menos por mí -y por mi vecina austriaca-, no me culpen de su ignorancia). Lo curioso viene cuando se tiene uno viviendo bajo el tejado, y de cuyo volumen sonoro intuyo un tamaño cercano al de un trolebús. Se llaman geckos porque cuando hacen ruido, cantan gueee coooooo, gueee coooooo. El mío tiene una voz portentosa que es la envidia de los otros geckos, especialmente de uno afónico que lo intenta cada mañana, sin conseguirlo. Ggg cuuu, ggg cuuu, es todo lo que consigue el pobre lagarto.

Lo bueno de los geckos es que, supuestamente, se comen los mosquitos y demás. Cierto día pude observar a uno de estos seres intentando comerse una cigarra viva considerablemente más grande que su cabeza. Al final, y tras muchas sacudidas, el insecto logró escapar dejando al reptil sin cena. Desconozco, no obstante, como pretendía tragarse todo aquello.

Yo continúo acogiendo a estos simpáticos animalitos con capacidad antigravitatoria.

Ya cadáver

¿Que pasa cuando le cortas la cabeza a una serpiente laosiana que minutos antes te miraba con cariño? Que se venga acojonándote al seguir moviéndose durante, al menos, media hora después de muerta. Movimientos lentos e inquietantes, claro, que son los que asustan de verdad por la incertidumbre que despiertan. Sucedió que fue avistado el gran culebrón a la entrada del hotel. Mientras botones y conductores se agrupaban para observar la jugada desde detrás del tuktuk, y sin contar esta vez con la presencia de la tirolesa (con lo que no le puedo achacar la abundancia de fauna amenazante en mis dominios), procedí a dar caza al bicho utilizando el palo de una escoba. Cual cobra amaestrada, obedeció mis órdenes y se enroscó en el palo. La tensión aumentaba a medida que el animal trepaba por el palo en dirección a mi brazo. Cabe señalar que los laosianos son, por lo general, bajitos, con lo que las escobas no son precisamente largas.

Sacando la lengua y mirándome, la fuente de materia prima para bolsos y zapatos de lujo rellena de carne continuó su camino hacia mí, pero antes de que alcanzase mi mano, entró en escena raudo y veloz el Chef, armado con un hacha. Al más puro estilo peliculero, le vi venir corriendo, con sonrisa diabólica y brillante hacha, con la que le proporcionó a la serpiente un (casi) certero golpe en el cuello (¿cómo se sabe dónde empieza y dónde termina el cuello de una serpiente?). La sangre salpicó mi frente en un momento Rambo magnífico, pero no tuve reparos en introducir el cuerpo en una bolsa de plástico y guardarlo en la nevera hasta la mañana siguiente, en la que nuestra Wikipedia-Lao andante dictaminó que el bicho no era venenoso. A continuación, el mismo hombre del servicio técnico que se había llevado mi araña, apareció por allí y se llevó mi serpiente. Imagino también que para comérsela.

Dentro del minibar...

Del insecto llorón no tengo fotos, y como comprenderán, pedir el nombre científico a los lugareños es tan productivo como echar una cabezada después de comer para conseguir que Kim Jong Il, Superdiós de Korea del Norte, deje de peinarse como una señora postmoderna. El simpático insecto es un devorador de madera, del tamaño de mi dedo pulgar, con mandíbulas negras muy potentes y bastante fuerza para agarrarse a donde se quiera agarrar. De color marrón parduzco, tiene unas manchas rojas por la espalda. Es un ser extraño que se mueve lentamente, y que fue avistado mientras atravesaba nuestra pista de petanca (deporte nacional Lao). Hasta aquí un insecto más, ciertamente, pero la sorpresa viene al cogerlo, cuando el bicho emite unos lloros de bebé espeluznantes. Porque no llora a un volumen correspondiente a su tamaño, sino que directamente llora como un bebé. Un espectáculo digno de ver, como digno es que termine esta entrada, cosa que procederé a hacer a continuación.

Entre otros seres animales irracionales con los que he tenido contacto, además de algún que otro cliente, también cabe mencionar una especie de avispa doble de unos 3 centímetros de longitud, libélulas de todos los colores, ranas minúsculas que aparecen tras las tormentas, grandes sapos laosianos (digo yo, porque se mueven realmente despacio, como los locales), el cerdovaca, y lo mejor de todo hasta el momento: a la salida de una curva en plena carretera, dos elefantes. A ver si me encuentro con una salamandra china....


Y aquí lo dejo por hoy.

Pd. Sé que se han quedado con las ganas de saber qué es....

Cerdovaca, foto de Machy.

domingo, 23 de mayo de 2010

El viaje II: Thai Airways

Cinco horas, nada más y nada menos. Cinco horas de retraso del avión por algún problema de conexión en otro trayecto, supongo, que debe de ser similar a cuando los trenes del metro se paran para "ajustar" la circulación. Menudo horror era aquello en París, y siempre me coincidía cuando iba en un tren viejo, aburrido como una ostra, bien de vuelta a casa o camino de algún sitio desconocido.

Eso sí, fueron puntuales con el retraso y la salida tuvo lugar a la hora prevista. Con lo que también Thai Airways funcionó perfectamente (al menos conmigo, lo que prueba una vez mas mi buena suerte con los viajes aéreos) fue con el aviso: llamada al móvil la víspera y así me evitaron la desagradable sorpresa que otros pasajeros con menos suerte se comieron en el aeropuerto junto con el madrugón.


Mi vuelo fue Madrid - Bangkok, a bordo de un Boeing 747 viejuno. Primera vez para mí en un avión tan grande, lo reconozco. Que se le va a hacer, estoy acostumbrado a aviones pequeños, o muy pequeños, y a vuelos no muy largos. Por eso, porque me temía la muerte en el aire, el llegar a Bangkok doblado cual mantis religiosa, la pérdida de movilidad en mis miembros inferiores y mil cosas más, directamente pasé mi billete a clase business, con la esperanza de viajar como es debido. Y sí, pero no. Es decir, sí... pero no. ¿Me explico?

Parece ser que los Jumbo que hacen los trayectos a Bangkok desde París y Madrid son los que quedan por renovar de la flota de Thai Airways. ¿En qué se nota? La clase business es business... pero no mucho. Se queda en un cuatro estrellas no renovado, lejos del cinco estrellas último grito de la cadena Shangri-La con todo tipo de domótica, por hacer un símil con los hoteles. Si, el espacio es infinitamente superior al de la clase turista, y hay todos los servicios que se esperan de un pasaje en categoría superior, pero fallan los asientos.


Y es que yo esperaba encontrarme esas butacas privadas que se convierten en cama y todo lo que va unido a ello, pero me encontré con un viaje en el tiempo a 1985, grandes butacones que se reclinan lo justo, y una pantalla individual bastante pretérita con unos controles igualmente de época.

Pero todo lo demás siguió siendo Business, que es de lo que se trata. Primero por la mayor franquicia de equipaje, segundo por el poder embarcar antes que los demás viajeros y que nadie te mire el tamaño de tu bolsa de mano, y tercero, de entrada, por el servicio personalizado a bordo. Y es que se agradece entrar en un avión y que la azafata te llame por tu nombre (o al menos lo intente) y te acomode en tu asiento sin que tú tengas que andar por el pasillo intentando descifrar cuál es el 37E.

Lo que viene a ser el antídoto contra el viaje.

Cómodamente instalado, antes de despegar y mientras embarcaba "la plebe", hubo un primer pase del bar privado.
Decliné cualquier tipo de bebida por no parecerme procedente siendo las horas que eran, pero si pude observar pasajeros enfilando el primer copazo, especialmente la señorita que ocupaba el asiento de detrás del mío, que luego pasó el vuelo directamente hibernando.

El menú de la cena fue servido relativamente temprano, entiendo que para ir ajustándonos los horarios. Primero un amouse bouche, que es esa pijadita que te ponen en los restaurantes buenos (o en los que lo intentan) a modo de mini entrante. En este vuelo de Thai Airways fue una especie de buñuelo de gamba, con un toque aromático que lo hacía sencillamente delicioso. Además, fue servido a la temperatura perfecta para comer. Luego llegó el entrante, una ensalada de pulpo bastante curiosa, y después el plato principal, en mi caso arroz con cerdo al curry, acompañado de una especie de tarta de postre.

Pulpo mexicano, decían

Tanto el plato principal como el postre no pasaban del 5 raspado, lo mismo que la presentación. Sí, te dan cubiertos de verdad con los que asesinar a varios pasajeros (que digo yo que los terroristas, ya que la van a liar, se pagarán el billete en Business, con lo que ¿de qué sirven esas medidas de seguridad de dar cubiertos de plástico inútiles a la gente de clase turista? Me da que es cuestión de costes y peso...). También te dan copas, servilleta de verdad, aceite de oliva, mantequilla de la Central Lechera Asturiana, etc... Pero no deja de ser un avión, y en este caso un avión bastante mejorable. La ensalada no estaba mal, por otra parte, pero el arroz con cerdo al curry no me supo mejor en el miniplato de Thai que en la bandeja de papel de plata del guarrillo de detrás de Victoria Station en Londres. Bebí una copa de Burdeos, nada aconsejable con el menú, pero me apetecía. Me da que las compañías orientales no entienden mucho de maridajes....

El desayuno llegó tras una noche interminable en la que, por fin, dormí sin mucho problema. Dos opciones de desayuno: europeo y tailandés. Del tailandés me abstuve, no como mi compañero de al lado, y del europeo debí abstenerme también. De nuevo sí, hay mucha variedad, pero cuando no se puede, es mejor no hacerlo. Las salchichas parecían de goma, la tortilla era una especie de mousse de huevo recalentada, y el chocolate, además de estar a una temperatura impracticable, de esto que ves que vas a aterrizar en Bangkok con la taza aún llena, tardó demasiado en llegar. Lo sé, culpa mía por olvidarme de que estaba en un avión, pero hubiese preferido otros productos, más bollería, cereales, o cualquier otra cosa, a esperar con ansia esa desilusionante tortillona. Eso sí, el plato de fruta tenía una pinta excelente. Lástima que con mis alergias tuviese que pasar de él.

Quizá esperaba más, no lo sé...

Otros detalles del vuelo que son de agradecer, además de las películas disponibles o el buen trato dado por las azafatas, se quedan en los aseos. Es una gozada disponer de varios aseos para pocos pasajeros, y encontrar en ellos perfumes, cremas hidratantes, etc... Ambar de Prada para hombre, creo recordar, que es además una de mis colonias favoritas.

Pero lo mejor del vuelo, sin duda, sucedió al aterrizar en Bangkok y encontrarme yo con la conexión perdida. Pese a no ser billetes conectados, nada más salir del finger me recibió una guapísima azafata que me instaló en un cochecito de golf con sirena, con el que recorrimos el aeropuerto a toda velocidad ante la mirada curiosa de los demás viajeros. Por momentos me sentí como el Papa. En el mostrador de Bangkok Airways me esperaba otra azafata más guapísima aún, con la que incluso hice planes de matrimonio. De ahí, me fui a la sala VIP de esa compañía aérea, a esperar la salida de mi nuevo vuelo. Y todo eso mientras alguien de Thai Airways localizaba mi equipaje y lo metía en mi siguiente vuelo, cosa que sucedió.


En definitiva, si renuevan los aviones repetiré con ellos. Como eso no sucederá, y porque tampoco es que yo me case con nadie (salvo con la azafata de Bangkok Airways, claro está), intentaré volver con Qatar, Etihad, Emirates, Singapore, o alguna de las buenas. Y, de paso, traer teclados con acentos, para evitar andar corrigiendo mil veces las entradas de los blogs.

lunes, 17 de mayo de 2010

Ahora sí: la moto

Marca: Fekon.
Marca alternativa: Kenbo (las venden en la misma "tienda", cambian las pegatinas).

Modelo:
desconocido.
Color: rojo y negro.
Pegatinas: por todas partes.

Origen:
chino.

Motor:
creemos que 125cc, monocilíndrico de cuatro tiempos.
Potencia: no mucha, o la suficiente, o no.
Caja de cambios: manual de 4 velocidades.
Frenos: sí.

Plazas:
una y media, dependiendo de en qué asiento me siente yo.
Consumo: creo que poco; o eso, o no funciona ya el nivel del combustible, cosa más que probable.
Cuadro de mandos: indicador de marcha, indicador de intermitentes, velocímetro y cuentakilómetros.

Velocidad máxima conseguida:
cerca de los 80; por encima, mi casco no aguanta y se mueve.
Aceleración: no.

Ruedas:
dos.
Ruido: suena como algo, pero tampoco.
Arranque: esta tarde muy bien; ahora por la noche le ha costado.
Quemaduras: ligero enrojecimiento de mis antebrazos tras el viajecito de hoy.

Precio: 790 dólares.

Pasearse (porque dado el nivel de tráfico y las velocidades habituales por aquí los trayectos "largos" son paseos) por el Laos que he podido ver hoy es una gozada. Aldeas cada poco, gente que saluda, gente que te ve novato y no es que te diga cómo dejar el casco atado a la moto, sino que lo hacen ellos, bicicletas que te dejan paso, algún perro despistado, patos y gallinas, y carretera (sin S, que sólo hay una) con sus curvas y todo. Ideal para aprender, que es lo que hago yo, primer día llevando una moto.

En Europa sigo prefiriendo el coche, sin duda. Aquí, me quedo con la motaca. A ver lo que dura...

Wow!

domingo, 16 de mayo de 2010

La moto

Los habituales del programa Top Gear seguro que recuerdan la famosa frase de Jeremy Clarkson previa a los desafíos que les plantean, "How hard can it be?", seguido del "don't say that" de Richard Hammond. Pues parece ser que es lo mismo con la compra de la maldita moto china en Laos

Hace dos meses ya que estoy aquí, y no hay manera. Creo que mañana me voy a organizar para que me acompañe alguien del hotel a hacer un tour por esas tiendas de las que todo el mundo me habla, pero que yo no he conseguido aun encontrar. Y es que un Lao es absolutamente necesario, porque aquí no hay concesionarios con listas de precios, suelos de baldosa blanca, luces fluorescentes y motos y accesorios a la venta. Me temo que son más bien oscuros garajes (llenos de mierda) y precios sujetos a la más absoluta de las negociaciones. Si, lo acepto, pagaré comisión del Lao incluida en el precio, pero al menos iré con alguien que pueda traducir... y que espero no time demasiado al jefe, claro.

La idea es comprar una moto grande, pero de esas aquí no hay. Por ley, lo más grande son 250cc, pero todo el mundo rueda en 125cc. Las diferencias entre grande y pequeña no pasan más allá del tamaño de la moto.

Concepto chino de moto grande moderna

Las motos chinas son la autentica basura, por lo visto: enanas, cutres, mal terminadas y muy poco fiables. De todas formas, muchos de los problemas de fiabilidad se deben al mantenimiento diario, que se reduce a pasarle un manguerazo por las tardes para que luzca limpia. Las motos japonesas en realidad son tailandesas, y cuestan unos dinerales indecentes. Las motos europeas o japonesas de verdad son directamente muchísimo más caras que en Europa, lo que las descarta al momento. Y luego tenemos las motos coreanas, o mejor dicho laosianas, de la marca Kolao (Korea-Lao), que por lo visto son un poco mejores que las chinas... o no, a saber.

Por esta mierdecilla piden algo así como 2.300 dólares…

Esta mañana ha pasado por el hotel un tipo que quería venderle un caballo a un empleado, y me ha ensenado su moto. El horror mas horroroso de moto china, marca Fekon, gigante de aspecto, enana de puesto de pilotaje, motor de 125cc, y una estabilidad del ralentí similar a la del Fiat X1/9 que tuve. Eso sí, plagada de faros y con plataformas para que el pasajero pueda ponerse de pie, algo verdaderamente útil, por lo visto. Mil dólares que me pedía el tío. Aquí el tema es ese, los impuestos de importación son elevadísimos, y pese a ser el Tercer Mundo, los precios de ciertos artículos son muy altos, demasiado. Sirva de ejemplo algún coche de segunda mano por el que nadie en su sano juicio pagaría más de 1500 dólares, en venta aquí desde 6.000. ¿Dónde están los chollos tercermundistas de los especiales de Top Gear?

Una idea que me ronda la cabeza, dada la imposibilidad de encontrar una Suzuki VanVan, y a la vista de los 4.000 dólares que piden por una Yamaha TW125 usada (ejem...), es comprar la moto china de aspecto deportivo y ruedas ridículas y tunearla (o customizarla, que imagino es como se dice hablando de motos) con un manillar más alto y ancho, y unas ruedas considerablemente más masculinas. Otro motivo más para necesitar al Lao a mi lao, tomando un Colacao y comprando la moto Kolao (festival de la poesía libre), para ver si esa idea es posible y valorar el nivel de chapuza a conseguir.

La otra idea me la reservo, por no crear falsas esperanzas.

¿Tan difícil será comprar una moto aquí? ¿Por qué nadie me vende una moto antigua de estilo colonial con la que dar el cante y hacer ruido? O sencillamente, ¿por qué no se venden motos para gente que mida más de 1,70 y calce más de un 39?

Seguiremos informando.

domingo, 9 de mayo de 2010

Aire fresco

Por primera vez en los casi dos meses que llevo aquí, hoy he sentido aire fresco... no proveniente del aire acondicionado. Se suponía que tras el año nuevo laosiano, año 2553 por cierto, celebrado a mediados de abril con las fiestas del agua y demás, la cosa se iba a calmar un poco respecto al calor. Pero no, este año no ha sido así. La última semana sencillamente hemos bajado rara vez de los 38 grados, estando la cosa más rondando los 40, y con más humedad que el mes pasado. Y sin lluvia.

Esta tarde ha caído una pequeña y breve tormenta, no muy violenta, pero suficiente para mojar todo y refrescar el ambiente. Y luego ha salido el sol. Y es entonces cuando me he asomado a la terraza de una de las habitaciones y he notado lo que llevaba tiempo echando de menos: aire fresco.

Evidentemente no es el mismo aire de montaña de Asturias, pero no saben ustedes lo que se agradece... Luego me he apoyado en la veranda de la terraza y se ha terminado la historia: aquí el sol sigue calentando un huevo, casi me quemo las manos al apoyarme.

Dejo aquí una foto desde mi apartamento, durante una de las tormentas fuertes. Es lo que tiene vivir en la selva.


Y esta tarde tengo una boda laosiana...

domingo, 25 de abril de 2010

K.O.

Pues eso, K.O.

Así me ha dejado un algo que he comido, unido al agotamiento de trabajar tantas horas, tantos días, bajo tantísimo calor. Me han mandado a la capital, a Vientiane, para que me pueda ver un médico acostumbrado a tratar organismos europeizados. Y qué mejor que la clínica de la Embajada Francesa, supongo. Es que los europeos de ciudad somos bastante birriosos, y no podemos salir fuera sin que nos dé un bajón.

Las sensaciones ahora son bastante negativas. Vientiane es una verdadera pocilga de ciudad, falta de la gracia histórica y rural de Luangprabang, y con un feeling de inseguridad bastante patente en cuanto se van los demás turistas. Hay tráfico, hay cochazos europeos bastante caros (país comunista, ya se sabe...), y hay pobreza. De hecho, hay una mezcla imposible entre la supuesta "frenética" actividad de cualquier capital y la vagancia, inutilidad e inoperatividad habitual de los laosianos trabajadores (porque los que se buscan la vida ellos mismos son más listos que el hambre), y esa sensación constante de que te están timando, como turista que eres.

Leo en una guía que la ciudad invita a ser recorrida a pie. Me gustan esas guías escritas por quien nunca ha viajado a los sitios, y que se basan en lo leído y lo visto por ahí. A pie se recorre una capital de provincias española, por ejemplo, o incluso el centro de París. Recorrer a pie Vientiane implica caminar con mucho cuidado (las aceras, o no existen, o están llenas de agujeros), tener que evitar cruzarse con perros y gallinas (por todas partes), recorrer kilómetros de calles llenas de miseria para poder ir a donde se tenga interés en ir, sufrir mosquitos y hormigas rojas descomunales y durísimas (dan miedo, de hecho), y todo ello soportando un calor desproporcionado. Bueno, desproporcionado para alguien como yo, que tiene bastante calor por encima de los 28 grados... cuando aquí lo normal son 38 a 42 grados, durante todo el día.

Pero hay cosas que ver, evidentemente. Cosas como las que pongo aquí abajo en fotos. Ahora voy a ver si logro recuperarme de una vez del malestar estomacal este que me trae de cabeza.

Nota: sólo llevo un mes (bueno, un mes y una semana) aquí, y nunca creí que fuese a decir esto, pero... echo de menos un supermercado.

Desde el hotel, por la tarde.








Al menos hay chicas guapas...








Más fotos en la Galería de Picasa, tan pronto como la tenga subida.

sábado, 3 de abril de 2010

Mira, Antonio

El laosiano, el idioma laosiano, es realmente complicado. A una escritura que nunca sabes si está al derecho o al revés, se le une el tener seis tonalidades diferentes para las palabras, lo cual implica unas mil trescientas consonantes y treinta y cuatro millones de vocales, aproximadamente.

Pero lo curioso es que, de vez en cuando, se entienden frases clarísimas en correcto castellano. La primera que escuché fue "Mira, Antonio". Pero tal cual, con la pausa de la coma y todo. Volví la cabeza rápidamente, no fuese a ser que estuviese rodeado de españoles y no me hubiese dado cuenta, pero la realidad es que a mi alrededor sólo había laosianos, que son como chinos pero más morenos (algunos) que los chinos que no sean morenos, que seguro que los hay (los chinos morenos, que no sean laosianos, pero tampoco kazajos, porque esos son como chinos de aspecto pero más altos, y hablan ruso y kazajo, no chino, como una amiga mía que habla chino, la tía, menuda fiera, pero chino de entender y todo porque bla bla bla bla....). De las laosianas hablaré en otra entrada, pero puedo avanzar que son, por lo que he visto hasta ahora, la inmensa mayoría verdaderas monadas (referido el término monada a hermosura, no a semejanza al simio).

"Dale ahí". Cuando escuchas a dos tipos encargados del mantenimiento decir "dale ahí" ya te quedas totalmente catatónico. Dale ahí... Pero con una claridad alucinante, digna del mejor castellanoparlante.

El acabose, por el momento, llegó esta mañana cuando escuché, en medio de una acalorada discusión laosiana, un perfectamente audible "tiene razón". Y como tenía razón, ahí terminó el asunto.

Y con esto dejo esta entrada tonta de hoy. Mañana creo que descanso, al menos hasta las 2 y media de la tarde que se supone tengo cita con una masajista para probar unos nuevos productos que se van a usar en el Spa. No, no es un masaje total, ni mucho menos con final feliz. Se queda en un tratamiento facial... (por cierto, ¿tendré que afeitarme para ello o se podrá ir de lija?).

Espero levantarme temprano e ir a ver a los monjes pedir almas por la calle. Y si no me levanto temprano, lo dejaré para otro día...

sábado, 27 de marzo de 2010

Primer día... de descanso

Todavía no ha empezado, y tampoco tengo muy claro que vaya a durar al menos 32 horas.

Estoy empezando a entender la expresión de "trabajar como chinos", pero no precisamente por los laosianos, pueblo conocido en la zona por su afición al descanso y a la contemplación. De hecho, se dice que mientras que los vietnamitas plantan el arroz y los birmanos lo miran crecer, los laosianos directamente lo escuchan.

No existe el concepto de horas extraordinarias, lo cual no me parece del todo malo, salvo que esto es la hotelería, negocio en el que los horarios no son más que guías aproximadas de cuándo irse a casa. Y si es así para los locales, para los expatriados es justamente al contrario. Ya me lo ha advertido mi jefe, que en Asia nosotros no tenemos ningún tipo de horarios, mucho menos en los puestos que solemos tener.

Como digo, ahora comienza mi primer día libre. Primero desde que llegué aquí, evidentemente. El otro día sólo trabajé diez horas, estando la media entre 13 y 15 al día. No está mal. Claro que tampoco tengo un largo trayecto hasta mi casa, que digamos, pues salgo por la puerta principal del hotel, cruzo el aparcamiento de la entrada (no penséis mal, no hay más que sitio para un coche y una de las innumerables palmeras que hay por aquí), subo unas escaleras que de noche están flanqueadas por lámparas de aceite, camino cinco metros y ya estoy.

Todos los extranjeros (porque occidentales sólo somos dos, y uno no vive aquí) vivimos dentro del recinto del hotel. Es la forma de tener asegurada la electricidad, el agua, el internet, la televisión... el dvd, el servicio de habitaciones, la limpieza diraria, los productos de aseo, el servicio de tarde, la lavandería... En definitiva, esas cosas que hacen que, en ocasiones, te sientas como un colono rodeado de personal de servicio.

Rodeado o no, porque sigo teniendo la sensación de saludar constantemente a la misma persona. Con algunos característicos con los que trato a diario no tengo problema, pero hay cierto personal que juraría es siempre el mismo, que se cambia de ropa y aparece y desaparece cual soldado del Viet-Kong. Otro día hablaré de los nombres de la gente.

Mañana tengo el día libre, me voy a patear todo el pueblo, empezando por las "calles" que rodean el hotel. Prometo fotos, de verdad. Mientras tanto, ¿a alguien le apetece cenar en el jardín, a una temperatura magnífica, escuchando música tradicional lao y rodeado de quinientas velas?

lunes, 22 de marzo de 2010

Lo del viaje, 1

Volar de Oviedo a Madrid con Iberia no tiene nada de especial, la verdad. Básicamente porque es una hora escasa de vuelo desde un aeropuerto pequeño a la Terminal 4 de Barajas, una pura rutina de todo, un verdadero aburrimiento. Pero el aburrimiento se puede combatir aprovechando el tiempo para observar a la gente, al tiempo que uno se mentaliza de que se va a vivir lejos de todo eso.

Todo comenzó verdaderamente temprano. El primer vuelo es a las siete y media de la mañana, lo que hace que se tenga que salir de Oviedo-City hacia las seis. Eso es demasiado temprano, noche cerrada, el horror del madrugón. Pero no había otra posibilidad, y ante la que me esperaba tampoco podía quejarme.

Ranón es un aeropuerto pequeñito pero apañao…

El vuelo bien, gracias. Algunos ejecutivos con aspecto de comerciales y poco más. Me llamó la atención el hecho de no ver a nadie volando en Business, ni siquiera unos hindús con pinta de ingenieros de Mittal. Y es que pagar mil euros más por una hora de vuelo en la clase Business nacional de Iberia es verdaderamente ridículo. La llegada a Barajas fue un mero trámite rutinario, salvo que esta vez tenía que localizar mi equipaje. Y es que preferí no mandarlo todo directamente desde Oviedo, por no arriesgar. Empezaba bien la cosa, anuncian la cinta 16 pero la maleta sale por la cinta 19, como para fiarse de un trasbordo a un vuelo internacional que tenía cinco horas de retraso y que sale desde otra terminal.

Desde la T4 hasta la T1, que es ese edificio viejuno desde el que operan algunas compañías extrañas, tardé unos 15 minutos en autobús, y eso que era un autobús con chófer amante de los pianos y de las puzolanas, al que sólo le faltaba el casco. Yo entiendo que Barajas es como es y que se ha hecho lo mejor que se ha podido, pero es que son realmente aeropuertos distintos, y quince minutos de bus parece una eternidad comparados con una hora de vuelo.

Como en los años 70.

Y allí estaba yo, en la T1 buscando el mostrador de Thai Airways como un loco para cambiar mi billete a clase Business. Y apareció el mostrador, y en él apareció un personaje curiosísimo que me fue poniendo en situación indochina. Esto es, en “in five minutes, in five minutes”. Y es que todo es “in five minutes” para esta gente, por lo que he visto hasta ahora. Tampoco estaba yo muy convencido de que aquel hombre hubiese entendido mis intenciones de cambiar el billete, ya que cada cosa que yo le decía era respondida con una sonrisa y sus “five minutes” de rigor. Y entonces apareció Usama, un persa o irakí afincado en España que trabaja para Thai dirigiendo el servicio en tierra, todavía más raro que el personaje.


Al final todo fue muy sencillo, y tarjeta de crédito mediante, tenía mi asiento asegurado en el piso superior del Boeing 747 dirección Bangkok, así que sólo tocaba esperar, para lo que fui a la sala VIP “Cibeles” (creo) del aeropuerto. ¡Qué desilusión! Cierto es que sólo conozco las salas de la T4, del Eurostar en París y del mismo tren en Londres, pero me esperaba algo “un poquito más”. Primero porque no había nada más que bollería para comer, galletitas saladas, aceitunas y para de contar. Bebidas sí, bastantes y muy variadas, pero ni unos míseros sándwiches. Y luego la cosa más terrible e incomprensible que puede haber a día de hoy en estas salas: internet de pago. Yo entiendo que la gente que va a ellas paga su suplemento de clase Business, se les entiende ricos, están acostumbrados a pagar, etc… pero el wi-fi es gratis no ya en el McDonald’s, sino en los autobuses Alsa que van de Asturias a Madrid. Cinco euros por media hora, señores. Y si uno no quiere pagar, ahí tiene dos ordenadores públicos que proporcionan una “experiencia internet” (que es como se llaman ahora estas cosas) cercana a 1998. Realmente mal, muy mal. Salvó que los sofás resultaron considerablemente más cómodos que los bancos metálicos de las zonas “populares” del aeropuerto.

Que no, que esta es la nueva.

Y con esto lo dejo por hoy. Más tarde ya comentaré el vuelo con la Thai, el aeropuerto de Bangkok, el avión de hélice para llegar a Laos, y el pase fronterizo más espectacular que yo haya hecho jamás. Creo que ahora me voy al mercado….

sábado, 20 de marzo de 2010

Primer día

Son poco más de las cinco cuando empiezo a escribir esta entrada del blog. Lo cierto es que tengo la sensación de que sólo durante estos primeros días voy a tener tiempo de ponerme a escribir a estas horas, aunque eso es una sensación meramente profesional. A la vista de la actividad del hotel, y hasta que empecemos con procedimientos, retoques y demás, las tardes se presentan bastante tranquilas.

Y es que para comer sólo han venido dos mesas, y para cenar no se espera mucha más gente. Parece ser que es una cuestión cíclica, quizá debido a las ventas de los grandes tour-operadores. Unas semanas es un no parar, otras el tiempo pasa despacio, y a la siguiente semana todo está completo y con listas de espera.

La primera impresión que tengo del hotel es que es un sitio espectacular, impresionante, brutal. Hablo del conjunto en sí, de la sensación global que uno tiene como turista. Lógicamente he visto mejores habitaciones de hotel si hablamos de aspectos materiales, de equipamientos tecnológicos, etc… pero aquí, en Luangprabang, rodeado de selva, de motos, de gente extraña, de casas con tejados vegetales y de mil millones de motos, el conjunto es perfecto, y todo sin dejar de ser verdaderamente confortable y funcionando todos los aparatos a la perfección, cosa de la que no pueden presumir grandes hoteles de renombre en grandes capitales europeas, con sus camas incómodas o la ausencia de una conexión wi-fi gratuita.

Estoy rodeado de gente. Hay personal local para cada actividad, y tal y como imagino que será en todo el país, todos los recursos se aprovechan. Sirva como ejemplo la chica que me he encontrado haciendo equilibrios por el jardín para recoger unas flores cuyos pétalos se ponen en las servilletas de las mesas del restaurante. Perfecto.

De la ciudad aún no puedo escribir mucho. Anoche estuve en el mercado dando una vuelta, pasé bastante calor, recibí ofertas de tuk-tuk y de lady cada vez que me acercaba a la calle principal, y no me atreví a comer nada de lo que se ofrecía en los puestos. Pero lo haré, sin duda. Lo que sí he hecho hoy es pedir el menú tradicional laosiano en el restaurante del hotel, de las dos opciones de las que disponemos. Y menuda maravilla. Sólo comí una mousse de pescado del Mekong envuelta en hoja de bananero, con su ensalada y su chupito de una especie de crema que ya picaba con acercarla a la boca. Delicioso. Me gusta eso del pescado del Mekong, estoy convencido de que se trata de pescado no definido, según salga. Tampoco se necesita más, no es un ambiente como para andar pidiendo mil variedades de cada cosa, todo lo que te rodea te pide "lo que hay," sin ir más allá.

Y es que Luangprabang es una ciudad laosiana, y Laos es un país pobre. Sin más, aunque yo esté en una isla occidentalizada con jardines con praderas verdes, la realidad es lo de fuera, y te empapa. Te empapa como te empapa el calor, la neblina, la humedad.

En definitiva, me veo bien. Veremos cuando la cosa se ponga más seria y el trabajo alcance niveles “occidentales” (si es que lo hace).

Por cierto, las motos chinas cuestan 620 dólares. De noche se ven hasta decentes (de día son poco más que una bicicross-bh con motor de cortacésped), incluso hacen un ruido a moto grande, y son relativamente fiables. Habrá que ver lo que cuesta una Toyota Hilux.