jueves, 22 de julio de 2010

La Turbo-Becaria

Llegó con dos días de retraso, por lo visto le afectó el cambio de hora, el cambio de clima, el viaje, o a saber qué. En principio se iba a quedar un mes, viviendo en la ciudad y viniendo a trabajar en un puesto indeterminado. La cosa, como ven, no parecía pintar muy bien. ¿Qué hacía una chica de madre francesa y padre laosiano viniendo desde París para un mes de trabajo en un sector no relacionado directamente con su formación? Desconozco los motivos que llevaron a la firma del acuerdo de prácticas, por cierto.

Como en todos los hoteles, cubrimos tareas a base de becarios o "gente de prácticas". En un destino remoto, es la posibilidad de contar con europeos / occidentales a bajo coste, cosa siempre necesaria. La última (mi vecina austriaca, por cierto) ha terminado sus seis meses aquí, junto con otros seis meses que estuvo en Bali. Eso le ha servido para obtener un muy buen puesto en otro establecimiento de la compañía, y con sólo 20 años. Espectacular, a la par que bastante insoportable en ocasiones. La turbo-becaria estaba claro que nunca sería así, pero tampoco nos esperábamos que pasase lo que pasó.

Y lo que pasó fue que a las 3 de la tarde apareció por el hall del hotel una chica totalmente fuera de lugar: pantalones anchísimos y arrastrando, grandes zapatillas deportivas sucias, camiseta muy ajustada y escotada, tatuaje en una mano, brazalete "tribal" en el brazo, varios piercings en una oreja, piercing en la lengua, trenza de colores saliendo de un pelo no precisamente limpio, gafas "intelectuales" y cara de despiste. No, lo siento mucho, pero no. De la misma forma que un señor vestido de torero está fuera de lugar comprando salva-slips en el Carrefour, esta chica pegaba tanto en nuestro establecimiento como un Seat Ibiza del 93 en el garaje londinense de un dictador africano.

Se presentó, se llamaba Alice. Me la pasaron inmediatamente... intenté cortarle un poco el rollo a base de hablar en francés con ella para luego pasar al inglés, idioma oficial de la empresa, y como no tenía yo mucho que hacer, nos fuimos a ver las instalaciones, para que se familiarizase. La primera vino al momento y me dio en toda la frente: "¿puedo fumar?" Bueno, al menos la chica pregunta, pensé... No, evidentemente no, así no se podía continuar, tras la espectacular entrada en el hotel.

Seguimos el paseo, y tras confesarme su odio a las lagartijas (de las que está el hotel lleno, claro, incluyendo geckos de 40cm de largo) pese a haber sido propietaria de una pitón, me soltó la segunda: "¿Puedo usar la piscina?". A ver, la chica sería todo lo perrofláutica que quisiésemos, pero tampoco tenía mal tipo... Pero vamos, que no. Que no y que no. De vuelta al hall, no habiendo tareas que otorgarle por la novedad de todo ello y el estado de shock en el que se encontraban los empleados, la envié a su habitación a aclimatarse, citándonos para el día siguiente a las 8 y media de la mañana.

Y sucedió el que es, hasta la fecha, uno de los mejores estrenos laborales jamás vistos. De ocho y media a nueve recibió la charla de mi Gran Jefe. A partir de las nueve, quedó en manos de nuestro Jefe de Recepción para que le enseñase la compañía y demás procedimientos básicos, mientras nosotros celebrábamos la reunión diaria. A las nueve y cuarto fue avistada durmiendo apoyada en la mesa de la recepción. A las once se sintió mal, apareció por mi despacho con mala cara y fue enviada a su habitación. Se cuenta que la víspera había sido vista en la "discoteca" local, la famosa Dao Fa, y la fuente que informó suele ser bastante fiable en todo lo que se refiere a vida nocturna.

Continuamos para bingo. Al día siguiente se reincorporó a sus tareas tarde, no a la hora prevista. Ese día yo no trabajaba, por lo que no tengo datos exactos del desarrollo de los hechos. Sí puedo decir que, cuando bajé a comer, la chica ya no formaba parte de la plantilla del hotel. Al día siguiente un coche vino a buscarla para llevarla al aeropuerto, de camino a Vientiane, y de allí a París. Se dice que nuevamente fue vista la víspera en la Dao Fa, como no podía ser de otra forma. Perdón, me explico: la víspera de su despido, y la víspera de su regreso a casa. Pleno al quince.

Yo he tenido becarias (curiosamente no becarios) mediocres e incluso malos. Aún recuerdo a la chica holandesa aquella que sólo sabía decir en francés (traducido) algo como "¿poder echar piti?" para pedir ir a fumar, pero lo de la Turbo-Becaria ha sido antológico, y por eso se lo cuento.

En otro orden de cosas, por dar alguna noticia, la cosa está calmada en cuanto a actividad, llueve bastante, hace menos calor, mi moto ha cumplido 500 kilómetros, el Mekong baja muchísimo más lleno y rápido que antes, y hace tres días se cumplieron cuatro meses de mi llegada a Laos. Y como una entrada sin foto queda un poco coja, les dejo la foto de dos nuevas empleadas del hotel, expertas en espantar serpientes y en vociferar cada mañana. Todavía no tienen nombre.