lunes, 22 de marzo de 2010

Lo del viaje, 1

Volar de Oviedo a Madrid con Iberia no tiene nada de especial, la verdad. Básicamente porque es una hora escasa de vuelo desde un aeropuerto pequeño a la Terminal 4 de Barajas, una pura rutina de todo, un verdadero aburrimiento. Pero el aburrimiento se puede combatir aprovechando el tiempo para observar a la gente, al tiempo que uno se mentaliza de que se va a vivir lejos de todo eso.

Todo comenzó verdaderamente temprano. El primer vuelo es a las siete y media de la mañana, lo que hace que se tenga que salir de Oviedo-City hacia las seis. Eso es demasiado temprano, noche cerrada, el horror del madrugón. Pero no había otra posibilidad, y ante la que me esperaba tampoco podía quejarme.

Ranón es un aeropuerto pequeñito pero apañao…

El vuelo bien, gracias. Algunos ejecutivos con aspecto de comerciales y poco más. Me llamó la atención el hecho de no ver a nadie volando en Business, ni siquiera unos hindús con pinta de ingenieros de Mittal. Y es que pagar mil euros más por una hora de vuelo en la clase Business nacional de Iberia es verdaderamente ridículo. La llegada a Barajas fue un mero trámite rutinario, salvo que esta vez tenía que localizar mi equipaje. Y es que preferí no mandarlo todo directamente desde Oviedo, por no arriesgar. Empezaba bien la cosa, anuncian la cinta 16 pero la maleta sale por la cinta 19, como para fiarse de un trasbordo a un vuelo internacional que tenía cinco horas de retraso y que sale desde otra terminal.

Desde la T4 hasta la T1, que es ese edificio viejuno desde el que operan algunas compañías extrañas, tardé unos 15 minutos en autobús, y eso que era un autobús con chófer amante de los pianos y de las puzolanas, al que sólo le faltaba el casco. Yo entiendo que Barajas es como es y que se ha hecho lo mejor que se ha podido, pero es que son realmente aeropuertos distintos, y quince minutos de bus parece una eternidad comparados con una hora de vuelo.

Como en los años 70.

Y allí estaba yo, en la T1 buscando el mostrador de Thai Airways como un loco para cambiar mi billete a clase Business. Y apareció el mostrador, y en él apareció un personaje curiosísimo que me fue poniendo en situación indochina. Esto es, en “in five minutes, in five minutes”. Y es que todo es “in five minutes” para esta gente, por lo que he visto hasta ahora. Tampoco estaba yo muy convencido de que aquel hombre hubiese entendido mis intenciones de cambiar el billete, ya que cada cosa que yo le decía era respondida con una sonrisa y sus “five minutes” de rigor. Y entonces apareció Usama, un persa o irakí afincado en España que trabaja para Thai dirigiendo el servicio en tierra, todavía más raro que el personaje.


Al final todo fue muy sencillo, y tarjeta de crédito mediante, tenía mi asiento asegurado en el piso superior del Boeing 747 dirección Bangkok, así que sólo tocaba esperar, para lo que fui a la sala VIP “Cibeles” (creo) del aeropuerto. ¡Qué desilusión! Cierto es que sólo conozco las salas de la T4, del Eurostar en París y del mismo tren en Londres, pero me esperaba algo “un poquito más”. Primero porque no había nada más que bollería para comer, galletitas saladas, aceitunas y para de contar. Bebidas sí, bastantes y muy variadas, pero ni unos míseros sándwiches. Y luego la cosa más terrible e incomprensible que puede haber a día de hoy en estas salas: internet de pago. Yo entiendo que la gente que va a ellas paga su suplemento de clase Business, se les entiende ricos, están acostumbrados a pagar, etc… pero el wi-fi es gratis no ya en el McDonald’s, sino en los autobuses Alsa que van de Asturias a Madrid. Cinco euros por media hora, señores. Y si uno no quiere pagar, ahí tiene dos ordenadores públicos que proporcionan una “experiencia internet” (que es como se llaman ahora estas cosas) cercana a 1998. Realmente mal, muy mal. Salvó que los sofás resultaron considerablemente más cómodos que los bancos metálicos de las zonas “populares” del aeropuerto.

Que no, que esta es la nueva.

Y con esto lo dejo por hoy. Más tarde ya comentaré el vuelo con la Thai, el aeropuerto de Bangkok, el avión de hélice para llegar a Laos, y el pase fronterizo más espectacular que yo haya hecho jamás. Creo que ahora me voy al mercado….

4 comentarios:

  1. me suscribo y seguiré tus andanzas, no descuides el blog, que quizá algún día me sirva a mí también para lanzarme a la aventura

    Saludos,

    Javi - Sombra2

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  2. Vaya aventura... Te seguiremos por aqui... Deleitanos con tu prosa y tus fotos. Cécile.

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  3. Da gusto leer tus andanzas, seguiré atento a próximas entregas.

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  4. Que bonito viaje
    Esperamos mas detalles

    PD: Que cargo ocupas en el organigrama del hotel?

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