jueves, 12 de mayo de 2011

Viviendo en Myanmar

Hace poco más de una semana me he trasladado al país llamado Unión de Myanmar, anteriormente conocido como Birmania.

Como es lógico, ciertas páginas no son accesibles, entre las que está Blogspot. Siempre hay alguna manera de conseguir acceso...

Seguiré actualizando el blog, en cuanto me sea posible, con algunos temas más sobre Laos.

sábado, 23 de abril de 2011

Casas


Foto tomada en la colina del monte Phou-Si, pleno centro de Luang Prabang. Tan impactante como sensacionalista, pues la ciudad se está desarrollando y hay muchas calles asfaltadas y con aceras de calidad. Sin sistema de alcantarillado, cierto, pero decentes.

Tras un año aquí, creo conveniente mostrar cómo son las casas de las gentes de Luang Prabang. Hay de todo, como en botica.

Casas como la de la siguiente foto las hay, y muchas, pero no se lleven a engaños, quienes viven así son minoría. Por otra parte, lo que se ve por fuera poco da a entender el interior, que sigue siendo tradicional laosiano.

A mí me gusta, pero es todo tan provisional...

No voy a poner fotos de los interiores de las viviendas, por respeto hacia quienes me han invitado a sus casas, pero sí las puedo describir. Existen habitaciones, pero no con el concepto que tenemos en Europa de las mismas, de la privacidad. Es lógico que hay quien tiene buenos muebles, buenas puertas, buenos suelos, etc... pero son los menos. Lo normal es una parte del suelo en sintasol, sobre la que se pone una alfombra de mimbre (en el mejor de los casos), o de imitación en plástico. ¿Muebles? No hay, y si los hay son sencillos y viejos. ¿Camas? No hay somier y colchón, ni mucho menos ropa de cama limpia y planchada, o mesitas de noche con su lámpara, sino una especie de plataforma hecha en madera, sobre la que se pone una esterilla, si eso un colchón, y luego ya un edredón. Mosquiteras no suelen faltar, por motivos obvios.

La cocina está fuera, o en medio, con una hoguera de leña o carbón y unos cuantos woks. No existe la cocina integrada Forlady de El Corte Inglés, salvo que nos movamos en niveles altos. Como mucho, placas eléctricas. No hay instalación de gas en la ciudad, aunque sí de agua. No obstante, salvo edificios de pisos o buenas casas individuales, sigue habiendo mucha gente con el baño fuera de la casa, en la calle, como en los pueblos. Porque, a fin de cuentas, Luang Prabang está formada por muchas aldeas juntas.

¿Paredes y techos pintados? Puede que sí, puede que no. IKEA desde luego que no, al menos fuera de la capital. Hay quien logra traer algún mueble de cierto diseño, desde Tailandia, de la misma forma que se ven por aquí algún que otro Volkswagen Touareg o Audi Q7.

Cuando se tienen más posibles, se puede uno construir una casa propiamente dicha, e incluso terminarla. Ladrillo, pórtico de entrada, tejado de verdad, ventanas, contraventanas... Es la clase media pujante, aunque todavía muy minoritaria.

La maraña de cables es habitual en Asia

Lo que imagino no sorprenderá a nadie es que haya casas de lujo, pertenecientes a las clases más pudientes que han hecho dinero con negocios, generalmente al margen de las leyes impositivas y basados en muchos casos en la construcción. Es decir, como en todas partes. Estas casas suelen ser espectaculares, incluso se ve arquitectura moderna, como alguna villa de las afueras de Vientiane, o la que se ha levantado el dueño de una serie de tiendas y negocios, asomándose al Mekong, realmente espectacular.

Abunda el estilo remordimiento chino, como es lógico, e incluso hay un tipo que, o bien importa coches de la marca Toyota, o es un gran fan de esa marca, porque en su verja de entrada está ese nombre labrado. Grandes tejados inclinados, ventanas de PVC y cristales oscuros o de espejo, tremendas tallas sobre madera adornando las entradas... Hay otro que está construyendo su pequeño hotel, entero en madera, a base de columnas y traviesas enormes, una locura. Como locura es la de la siguiente foto, claro... Pegada a la carretera principal, por si acaso.

Las columnas son auténticos troncos de grandes árboles.

Cuando las cosas no nos van tan bien, o venimos de una economía más modesta, lo normal es construir una cabaña con lo que se pueda encontrar. Los tejados suelen ser de chapa de metal o uralita, más resistentes y con mejor vejez, sin mantenimiento. Que el vecino de al lado esté haciendo la suya en ladrillo y hormigón no importa, aquí no se le da tanta importancia a lo que hacen los vecinos, no hay esa necesidad imperiosa hispánica de comprar un Audi A8 en cuanto el vecino aparece con un Audi A6, para nada. Cada uno tiene lo que puede, con eso basta. Pero vamos, si el vecino compra la Honda Click, apetece comprarse la Honda Wave...

Me sigue chocando, no obstante, ver casas así en pleno centro. Frente al hotel más caro del país, Amantaka (habitaciones desde 700 a 1500 USD por noche), se levanta un conglomerado de chabolas de este tipo con el tejado hecho a remiendos de chapas, una encima de la otra. A un lado, un restaurante caro, y al otro unos bloques de la época comunista con sus 3 plantas, bastante decentes. Pero en medio, eso. Es terrible.

Las siguientes fotos son en las cercanías de Luang Prabang.


Que no esté terminada no quiere decir que no sea habitable... ni que se vaya a terminar.

Efectivamente, una familia puede que haya logrado levantar la estructura, y esté pendiente de tener más recursos para poner la puerta, las ventanas, el suelo, la instalación de agua, etc... no digamos ya los muebles, claro. Digo "una familia" porque es como suele vivir la gente, incluso una vez casados.

En cuanto uno sale de la ciudad, lo habitual es encontrar casas más de este estilo y calidades. La base es de troncos del árbol que haya cerca (no me pidan que distinga tipos de árboles, que yo no paso de pinos, palmeras y "árboles", y bastante hago distinguiendo ahora el bambú). Las "paredes" son de bambú trenzado, cuando no de alguna chapa de metal que se haya podido conseguir. El tejado es de lo que se ve. Sí, son chabolas, puras chabolas. Por dentro, sin embargo, no se diferencian mucho de las casas que he puesto antes.


Así es como son las casas locales, por fuera. Por si alguien tenía alguna duda. Sobra decir que eso de la calefacción o el aire acondicionado es un tema ya de mucho más nivel, que escapa a la mayoría de la gente, lo mismo que la limpieza o el orden.

Les dejo con una foto robada del medio de transporte familiar local por excelencia. Donde caben dos, caben tres... o cinco. Eso sí, el paisano lleva casco, como tiene que ser.

Estos no necesitan el todo terreno tdi....

jueves, 7 de abril de 2011

Pasaporte

En estos países, estar por ahí con un pasaporte al que le quedan menos de 6 meses de validez no está bien visto. Si le sumamos que mi permiso de residencia y de trabajo caducó hace unas semanas, por pensamiento, obra y omisión de mi responsable local de recursos humanos, la cosa se complica. Nada que no arreglen unos cuantos dólares, claro...

Ayer por la mañana en el aeropuerto de Luang Prabang, a punto de salir para Bangkok, presenté mi pasaporte, que caduca el 10 de Octubre de este año. El hombre lo miró y remiró, y se fue a conversar con otro laosiano uniformado. Lo miraron y remiraron, y vinieron hacia mí:

- Señor, su pasaporte caduca dentro de cinco meses y cuarenta días...

- Bueno, eso equivale a seis meses y diez días, así que no debería de haber problema.

Al menos lo intentaron, pero no les salió bien la jugada, no hubo mordida.

sábado, 19 de marzo de 2011

Phou Khoun

El hándicap de vivir en Luang Prabang es lo difícil que resulta conectar con otras ciudades, o ver “mundo” por lo lejos que estamos de todo. Perdón, he empezado mal. Lo que quiero decir es que salir de aquí en avión cuesta demasiado dinero, y si pretendes hacerlo en coche o en moto, además de no salir barato (a un dólar el litro de gasolina), se tardan siglos en llegar a casi cualquier lado. Eso sí, esos viajes son gratificantes.

No cuento con viajar en bus por motivos obvios, que uno se ha quitado mucho pijerío parisino de encima pero sigue siendo Conde. Será todo lo divertido y tal que se quiera, pero yo paso. Sin embargo, hacerlo a lomos de mi motaca china mola, vaya si mola. Aunque sea para ir cerca (porque, aunque llega lejos, el que no llega es uno mismo…)

El bus

Phou Khoun es un cruce de caminos en una de las cinco o seis carreteras con las que cuenta el país. Concretamente en la ruta 13, que va de la frontera china a la capital, Vientiane, pasando por Luang Prabang. Allí, uno decide si continua hacia el Este en dirección Plain of Jars, cosa que por lo visto es una atracción turística, o hacia abajo dirección Vang Vieng, templo del mochilero drogodependiente, a mitad del camino hacia la capital. Como en todo cruce de caminos importante que se precie, se celebra a diario un mercado en el que venden cosas, incluyendo animales.

Estaba comiendo un día con los demás expats, cuando me enseñaron la foto de un animal a la venta en aquel mercado. Era clavado al antílope ese “unicornio” de dos cuernos que se acababa de descubrir (aquí la noticia) en Laos, así que no tardé en decidirme, a fin de cuentas descansaba al día siguiente. Y así fue, al día siguiente a poco más de las 6 de la mañana, en pie, al restaurante a desayunar fuerte, mochila, cámara de fotos, ropa de abrigo pese a ser pleno mes de septiembre, y carretera. Perdón, gasolinera, a llenar el mini-depósito del bicharraco.

La salida de Luang Prabang no es nada del otro mundo, y los primeros kilómetros me resultan familiares por ser la carretera hacia las cascadas de Tat Sé. Tras una pequeña colina, baja hasta la altura del río Nam Khan, al que sigue por una llanura relativamente grande. Y, de repente, la primera montaña, con una magnífica carretera en perfecto estado tercermundista, empinada y plagada de curvas. A disfrutar de mis 125 centímetros cúbicos amarillos…

Al coronar es cuando la cosa cambia de verdad. Sales de la relativa civilización para adentrarte en el Laos rural. La carretera serpentea de arriba abajo, la temperatura cae considerablemente, aumenta la niebla… Y, de repente, un pueblo. No son las 8 de la mañana aún, la gente va desperezándose. Las señoras se apiñan junto a una casa y trabajan los cereales, a los hombres no se les ve, un grupo de niños va corriendo junto a la carretera y saludan. Hay uno que, pese al frío e ir todos los demás vestidos, va en pelota. Un par de perros, patos y gallinas, chozas a cada lado de la carretera, y fin del pueblo.

El paisaje podría ser asturiano, sí, incluso el olor a humedad recuerda al campo del Norte de España. Cambian las plantas, lógicamente, y lo que cambia es la hora. Y es que es muy temprano aún y, por tanto, hace fresco. Incluso frío. A la vuelta, a eso de las tres de la tarde, el calor es abrasador, y pasas de ir con camiseta, forro polar y chubasquero “duro” a querer ir en pelota y con una ducha incorporada a la moto.

Seguimos la carretera, otro pueblo, animales, niños y más niños, están por todas partes. Esto que se ve en la siguiente foto son puestos de mercado, en medio de la nada. La gente se pone ahí a vender las cosas que cultivan, imagino, en los alrededores. A la vuelta había bastantes vendedoras. Sí, vendedoras, como digo sólo se ven mujeres trabajando y niños jugando.

Otro pueblo más, campos de arroz, la carretera que se empina… y otra vez hacia arriba. Esta vez la sensación es de alta montaña, y recuerda (o me quiere recordar) a la subida a una estación de esquí. Es casi medio día ya, y es que los 150km de distancia se tardan en recorrer. Y por fin llegamos, el letrero nos lo deja bien claro, y frente a mí (y a varias furgonetas de turistas totalmente deslocalizados), el mercado. Y no hay animales exóticos, ni siquiera grandes lagartos, que era lo que yo me quería comprar…

En su lugar hay frutas, legumbres, verduras, y gente. Y una especie de ratonas enormes y peludas, que bien se pueden comprar vivas o cocinadas. O una auténtica “cabeza de ganado”. Y una gasolinera. Es más, a continuación les dejo las fotos correspondientes.




Viva

Cocinada



Gusanos

Gasolinera

Tras haber estado en alguna que otra vivienda local aquí en Luang Prabang, de gente que trabaja y tiene su sueldo relativamente internacional, no quiero ni imaginarme en qué condiciones se vive en Phou Khoun. Pensar en cómo viven las gentes de los pueblos que he atravesado ya se me escapa. Pero son felices.

Sí, son felices. Estos dos se lo pasaban bomba con su carro arriba y abajo. Lo de detrás es una vivienda.

A la vuelta, más de lo mismo pero entrado el día. Una parada en Wat Phakaeng para ver el pueblo, pueblo grande, de hecho.

Sí, eso es un pueblo grande. Justo arriba de aquella primera montaña que había subido dejando atrás el Nam Khan, y que ahora iba a bajar, para encontrarme con otro pueblo (lo que viene a ser Villarriba y Villabajo, vamos), en el que mientras la madre lava la ropa en el río marrón, Mowgli juega entre bananeros.


Mowgli

Ya de regreso a casa el cielo se cierra y se vuelve de color plomo. Ideal para sacar la típica foto llena de verde del campo de arroz, precisamente en el momento en el que mi rueda delantera derecha… ¿cómo que derecha? A ver, señor Conde, que está usted en una moto, aquí hay delantera y trasera, deje de pensar en su coche… mi rueda delantera decide expulsar súbitamente todo el aire que contenía en su interior.

Afortunadamente, un taller local cuenta con la herramienta de vulcanización de parches, cosa terrible y cuya intervención sanadora de pinchazos cuesta algo así como 5.000 kips, o 50 céntimos de euro.

Mientras reparan, unos críos no dejan de llamarme desde un tuk-tuk. Se les hace la foto de rigor, claro, antes de seguir camino hacia el hotel.


Diluvia. La lluvia es tan fuerte que atraviesa toda mi ropa, incluido ese chubasquero duro tan técnico y magnífico. Mi ropa interior está tan mojada como mi ropa exterior. Incluso mi casco cala. Por fin llego a casa, al menos no hace frío.

Ha sido una magnífica excursión, una buena forma de conocer un poco más este país, más allá del centro turístico de Luang Prabang, o de la capital, Vientiane.

Otro día, más, aunque ya sé que voy con retraso…

Un año

Pues eso, hoy hace un año. Concretamente a eso de las 3 y algo de la tarde, hora local, estaba aterrizando en un Luang Prabang cubierto por las nubes, el humo y el polvo, bajo un calor terrorífico.

Curiosamente, hoy ha vuelto a hacer calor después de cuatro días de tiempo asturiano 100%: lluvia, nubes bajas, más lluvia e incluso frío.

Un año...

Sí, vivo ahí.

domingo, 6 de febrero de 2011

Perdió el bus

Como empezaba un tremendísimo hilo en uno de los mayores foros de Internet del mundo, "les voy a contar una noticia, es de vergüenza su actitud".

Lobby del hotel, pasan unos minutos de las 10 de la noche. Mientras despido al director general de un gran tour operador norteamericano con base en Tailandia, veo cómo dos clientas del hotel se acercan con aires bastante poco amigables.

- Are you the manager??

Pues sí, resulta que yo soy el Manayer y tal, aunque parece que esta señora ya no se acuerda de mí, que la saludé ayer cuando llegó...

- Pues verá, tengo una queja importante que hacerle.

- ¿Qué ha pasado? le pregunto con cierta preocupación.

- Su servicio de transporte, pésimo. Yo tengo un teléfono por satélite (quédense con la palabra teléfono) que marca la hora exacta. Fuimos a la parada de su servicio a las 20:58 para tomar el bus de las 21:00, pero el bus ya se había ido. Es decir, se fue antes de la hora, porque mi teléfono por satélite marca la hora exacta, así que tuvimos que esperar UNA HORA más hasta el bus de las diez de la noche, y estamos agotadas y mañana nos levantamos muy temprano bla bla bla...

Cara de circunstancias mientras me imagino su teléfono por satélite...

¿Oiga?

- ... bla bla bla, y cuando su bus arrancó, el reloj del coche marcaba las 22:02, cuando por mi teléfono por satélite eran las 21:57. Si tienen un servicio así, es necesario que sea puntual y exacto, pero comprensivo con la gente, que deje al menos cinco minutos de margen (desconocemos cómo es eso de puntual y exacto pero con margen).

Mi cara interior de circunstancias deba paso a un absoluto momento lol mientras me imaginaba su grandísimo momento fail, pero logré contenerme.

- ¿Puedo hacer algo por usted esta noche?

Así se cerró la conversación mientras la paisana se iba a su habitación. Evidentemente, esta noche toca boda cerca del hotel y hay ruido. Veremos en qué queda la queja. Las pobres mujeres sólo iban a poder dormir siete horas esta noche por culpa del transporte del hotel... Que a las diez de la noche yo llevase catorce horas de guardia es lo de menos, claro, y no pretendo que les influya, pero manda narices lo chunga que puede ser la gente. Gentuza, mejor dicho.

Lo que más me maravilla de ellos, no obstante, es su capacidad para sobrevivir,pese a tener un evidente retraso mental funcional. Mi abuelo siempre se pregunta, cuando le cuento cosas así, cómo es que no han sido atropellados por un coche o electrocutados con un enchufe, si son tan inútiles. El sitio en el que todos los coches de los hoteles recogen a los clientes en Luang Prabang es la entrada del mercado nocturno. Lo habitual a las nueve de la noche de estos días es ver no menos de viente tuk-tuks con conductores ofreciéndose a llevarte. No, la señora fue incapaz de coger un tuk-tuk y venir al hotel, pese a estar tan agotada. Prefirió esperar una hora, y me apuesto grandes riquezas a que esperó de pie, allí mismo, enfurruñada mientras le soltaba la gran brasa a su hija, que viaja con ella.

Pero ¿qué me dicen de su teléfono por satélite? Dar la hora, la da, sin duda. ¿No sirve para llamar al hotel a pedir que las vayan a buscar? Se ve que no, o se ve que llamar sale caro.

Y es que hay gente que viaja a estos países y cree que la realidad es lo que hay en el hotel, con lo que todo ha de funcionar perfectamente porque el hotel es de standard norteamericano, y lo de fuera es mera atracción turística. Mañana irán a ver a los monjes y serán felices dándoles arroz, pensando que esas cosas son un mero juego para turistas. O peor, creyéndose superiores a los monjes y a las gentes de aquí, que sí creen en los beneficios de las ofrendas budistas.

Y los ves que vienen con la riñonera metida por dentro, vestidos de Indiana Jones de marca, sin ninguna intención de aprender nada de la cultura local, riéndose de los lugareños mientras hacen unas fotos horribles a los pobres niños que van a saludar, algunos a pedir, por si acaso, antes de volver al hotel a quejarse de que hay gallos cantando desde muy temprano en la casa de enfrente, o de que las carreteras son malas, o de que hay tráfico. Mientras algunos se maravillan con que tengamos internet (que tampoco tengo claro que sepan a dónde vienen....), ellos protestan porque el internet va "lento".

La pregunta es: ¿por qué viajan? Vienen dos o tres noches, llegan a media tarde, cabreados porque a las 6 es de noche, cenan a eso de las siete y media, duermen... un día que si río y cuevas, por la noche al mercado... otro que si city-tour, si eso cascadas de Kwang-Si o ver cómo se hace el papel de arroz, y por la noche cenar en un sitio caro comida occidental... al día siguiente por la mañana ver los monjes, desayunar en el hotel y corriendo al aeropuerto. Eso sí, pantalón beige con grandes bolsillos, camisa con ventilzación de rejilla y doble capa sobre los hombros, sombrero ad-hoc, y teléfono por satélite, lo que demonios sea eso (se ve que mi móvil laosiano va por cable, o algo). Y luego pierden el bus y no saben qué hacer.

Extra: por si no fuera poco para este par de imbéciles, pasado mañana se van un par de noches al Norte. Norte: lugar sin electricidad ni agua corriente, con fauna de todo tipo y especialidad en malaria y demás enfermedades tropicales. Y comida imposible de comer, como la ensalada de papaya, que es una cosa frente a la que la peligrosidad de los vegetales de Chernobyl te provoca risa floja...

viernes, 21 de enero de 2011

Cambio de hora

Entrada tonta y típicamente blogguera donde las haya, pero es que me ha llamado la atención e igual tiene algo que ver con la idiosincracia laosiana y el ferreo descontrol del gobierno "comunista".

Antes de venirme a Laos, decidí cambiar mi teléfono móvil español de Garrafone a Vomistar. De paso, me "dieron" un teléfono Samsung (igual que los teléfonos chinos Samsnvg, Smsung o incluso Sumsung que venden aquí) así como moderno, con su pantalla táctil y demás pijadas. Algo más de juguete que mi anterior Sony Ericsson (hablando de Sony, aquí venden teléfonos que ponen Vaio, e incluso algunos ponen Compaq o Lenovo), pero diferente y que se sentía "bueno". Todo correcto con el aparato.

Me lo traje a Laos, claro, y le cambié la hora para que estuviese las actuales 6 horas adelantado. Pero pronto descubrí que no eran seis horas, sino 5 horas y 55 minutos. ¿Este teléfono atrasa? No, no... no atrasa. Sólo se retrasa cinco minutos, punto. Quicir, que yo lo veo que pone las 21:40 cuando en realidad son las 21:45, actualizo la hora, pero por la mañana veo que pone las 07:30 cuando en realidad son las 07:35. Y así cada día. Curiosamente, no seguía atrasando más allá de la diferencia de cinco minutos.

Como me resultaba intrigante, decidí no ponerlo en hora, sino adelantarlo cinco minutos. Efectivamente, a la mañana siguiente el aparato se había retrasado 10 minutos hasta alcanzar su diferencia habitual de 5 minutos de retraso. Y así sigue, con su retraso relojil.

Si alguien tiene alguna explicación, que la diga. A mí me trae sin cuidado, yo miro la hora en el reloj de muñeca, siempre.

A todo esto, comentar que en Laos no hay hora de verano / hora de invierno. Pensaba que sería porque aquí es como estar en verano siempre, pero qué carajo, por las noches ahora hace frío!

martes, 18 de enero de 2011

Imposible

Hoy he aprendido dos palabras más en Laosiano. O no. En realidad he aprendido siete palabras... sólo me queda conseguir pronunciarlas correctamente. Y son las siguientes: kai y kao.

Pasemos a explicar.

Pronunciando KAAI, en tono ascendente, estamos diciendo CERCA.

Pronunciando KAAI, en tono descendente, estamos diciendo LEJOS.

Pronunciando KAI, corto y rápido, estamos diciendo POLLO.

Pronunciando KHAI, igual de corto y rápido pero con una K más marcada, estamos diciendo HUEVO.

No intenten decir que el huevo está cerca y el pollo lejos y que les entiendan, claro.

Pero la cosa se puede complicar un poquito más si decimos KAO, pues quiere decir NUEVE, mientras que KÁO, ascendente, es ARROZ. Algo como KIM-KÁO es comer, por cierto... Por desgracia para nuestra habilidad fonética, KÁO también es ENTRAR.

Yo de momento me limito a decir BO (no) y LEAO (ya), y añadir verbos en inglés, pero más o menos voy aprendiendo. Lástima que tan rápido como aprendo, olvido. Y eso que el Laosiano es un idioma con una gramática bastante simple, o eso parece. Hablan como los indios, y los tiempos verbales se entienden por el contexto. Como curiosidad, usan el mismo verbo para querer y para necesitar, resultando gracioso que en un restaurante te pregunten si necesitas mayonesa. Hombre, necesitar, necesitar...

De cualquier forma, seguimos intentándolo.

Nota: mi "profesor" acabó confesándome que entre ellos mismos a veces no se entienden, así que tampoco habrá que darse por vencido.

lunes, 17 de enero de 2011

El peor Jeep del mundo

Ya no está con nosotros, algo normal porque con el retraso que llevo en actualizar el blog el pobre vehículo ha pasado ya a mejor vida, refiriéndome con ello a que, por fin, alguien lo ha comprado y se lo ha llevado para darle un uso merecido (o no), aunque no me extrañaría nada que el artefacto haya sido desguazado o reconvertido.

Debajo de una de las casas en las que vivimos los expatriados reposaba hace tiempo un Jeep Willis bastante dejado. Como aquello era un barullo insufrible, y sobre el coche se iban amontonando restos de a saber qué, piezas diversas, cajas, carteles, etc… en una tarde de furia se decidió que había que deshacerse de todo aquello, vendiendo lo vendible y tirando lo invendible. Y así se hizo.


El Jeep fue convenientemente rescatado e incluso adecentado. La limpieza fue sencilla, con dejarlo al aire libre un par de días en temporada de lluvia, toda la costra desapareció dejando al descubierto una hermosa carrocería verde por fuera, y naranja por dentro. Y es que aquello era un puro óxido.

Yo tengo experiencia en coches realmente malos y en estado lamentable, pero lo del Jeep alcanzaba ya un nivel de artesanía local sencillamente maravilloso. Que un coche tenga refuerzos de madera por los bajos sólo puede ser bueno, un buen comienzo. Evidentemente, es de esperar que las piezas de la suspensión delantera izquierda no sean las mismas que las de la suspensión delantera derecha. De la misma forma, el montaje de esas piezas puede ser correcto o incorrecto, a gusto de quien lo mire.


A ver, por fuera no estaba tan mal, incluso tenía unas llantas relativamente agradables a la vista, con aspecto de calidad. El interior ya era un poco peor, con su inexplicable volante Honda, los asientos de a saber qué coche directamente atornillados al suelo, o la moqueta con tal capa de mugre que se había impermeabilizado, sin olvidar los acabados en madera. Pero todo eso no era nada que un retoque cosmético no pudiera arreglar.

"Honda"

El drama era mecánico, como es normal. Seré breve: es el primer coche que he conducido que es más potente al ralentí que acelerando. Al mismo tiempo, es el primer coche en el que noto que voy considerablemente más rápido al girar a la izquierda que con el volante recto. Al pisar el freno, el propio pedal arrastraba el acelerador, el embrague iba por libre, la caja de cambios no tenía posiciones realmente fijas, ninguno de los indicadores funcionaba, el volante tenía una holgura más que preocupante y, además, tampoco se quedaba en la misma posición siempre. Me explico: con las ruedas rectas, el volante estaba en un ángulo X; al girar, pasaba a un ángulo Y, pero al volver a poner las ruedas rectas el ángulo no volvía a ser X, sino H, F, S, o K, dependiendo del momento.

Lo de debajo del capó.

No había suspensión, tampoco había frenos. Luces es evidente que tampoco. Tracción total… probablemente fuese tracción relativamente delantera y lateral, porque por atrás no se apreciaba mucho movimiento. Eso sí, palanca de la “caja transfer” había, aunque era tan inamovible como el responsable mecánico que me observaba mientras yo inspeccionaba el coche.


El arranque era por aproximación, uno giraba la llave (sacada de un candado) hasta que aquello empezaba a chirriar, y una vez arrancado la volvía a girar para parar el motor de arranque. Y todo aquello cuando al coche le daba la gana. Claramente, la cosa dejó de “aproximar” justo en el momento en el que los primeros compradores vinieron a ver el trasto. Pero al final se vendió, y no se vendió mal. Unos 3.000 dólares pagó un incauto por aquello. Y es que en Laos los coches son carísimos, hablando de niveles occidentales (la mayoría de los locales ni se plantea lo del coche).

Y se fue para nunca más volver. Habrá que comprar un Hummer…


Horrible foto, por cierto, pero no quería mojarme…

De verdad de la buena...

Que sí, que sigo aquí y que me voy a poner a ello, pero es que no es fácil encontrar hueco.

Luego sigo con el peor Jeep del mundo. Dejo, mientras, una foto curiosa, muestra de la actitud comercial laosiana. No, no es que vendan muchas cosas y un cadáver, lo del suelo es el vendedor echándose la siesta.